Desde que vi hace años una de las películas de Taxi (1998, Gérard Pirès, escrita y producida por Luc Besson), en la que traían a Francia un coche nipón automático que se activaba por voz, cada vez que escucho «Ninja» el motor se pone en marcha.
En spinof Victor López analiza lo último de Batman, Batman Ninja: argumento muy mal enlazado, con una realización y diseños excelente repleto de tópicos del cine nipón.
Lo cual comparto.
La película pinta bien durante los primeros minutos. La máquina traslada Arkham al Japón antiguo. Magnífico. ¡Pedazo elseworld estamos a punto de ver! Se acercan samurais. Bomba de humo. Y Batman saca un batgarfio para subir a las alturas, pero oh, las casas son de una altura. Batman se queda contrariado.
Tenemos que creernos que Batman no ha advertido la altura de las casas nada más llegar al pasado.
Y para más desesperación es un Batman dependiente de su tecnología, que por cierto hay escenas en las que no sabe utilizar sus gadgets.
Por sorpresa, cuando Batman se convence de su valor sin ayuda de cachivaches entramos en un argumento más loco todavía.
Acaba la película y piensas que todo el rato has estado gritando «ninja» como cuando el motor de arranque no va, y estás girando sin parar la llave. Mucho arranque de motor sin que el guión se encienda y llegue a alguna parte.